Construyendo una nueva narrativa

En la frontera de San Diego-Tijuana

Estudio Teddy Cruz + Fonna Forman es un estudio arquitectónico y político basado en la investigación con sede en San Diego, California y dedicado a la exploración de la urbanización formal, las fronteras y las infraestructuras cívicas. En esta entrevista, conversan con la arquitecta y urbanista Maria Buhigas sobre su trabajo en el área fronteriza de San Diego-Tijuana y en otras zonas.

Maria Buhigas: Gran parte de vuestro trabajo consiste en sacar a la luz las migraciones marginales mediante la construcción y desarrollo de procesos bottom-up. ¿De qué forma define esto vuestro trabajo en la universidad y en vuestro estudio?

Fonna Forman: Siempre nos ha interesado intervenir en la ciudad y en lugares de conflicto a nivel de narrativa, de normas, de hábitos y percepciones. Si tomamos como ejemplo el cambio climático, la gente se está implicando cada vez más en este problema porque están experimentando sus efectos… esto podría ocurrir en tu ciudad la semana que viene, podría ocurrirle a tus hijos mañana.  Hemos intentado hacer algo similar en la frontera de San Diego-Tijuana, ayudando a la gente a comprender que se trata de una bioregión que se encuentra interconectada desde el punto de vista ecológico, medioambiental, económico y cultural, de forma que la gente comience a sentirse parte de esta dinámica y comprenda que todos estamos implicados en lo que ocurre en estas zonas fronterizas.

Teddy Cruz: Para nosotros, la narrativa también consiste en un pensamiento top-down, consideramos que nuestro trabajo interviene en esa interfaz o brecha entre lo top-down y lo bottom-up. Durante mucho tiempo hemos trabajado en cómo elevar y visualizar las prácticas de solidaridad y el valor oculto de la urbanización informal en barrios de migrantes, argumentando que una traducción de esa inteligencia creativa podría ser una forma de repensar la política institucional de forma top-down, el uso del suelo y la zonificación en entornos más inclusivos.

MB: En este enfoque bottom-up, ¿cuál es el papel de la administración pública a nivel local, regional y nacional? ¿Qué esperáis de las instituciones?

FF: Pensamos que es muy importante involucrar a los políticos y una de las formas de entender nuestro trabajo es facilitar el trasvase de información y recursos entre los procesos urbanos bottom-up que estudiamos y los políticos que no llegan a comprender esta actividad informal en la ciudad. Siempre nos hemos considerado como mediadores entre estas dos energías, estas dos dinámicas.

TC: En la colisión entre las prioridades públicas y privadas se ha erosionado la comprensión de los orígenes de la reciprocidad y del papel esencial de la cultura ciudadana. En esta situación, la educación se vuelve esencial porque la justicia social depende no solo de la redistribución de los recursos, sino también de la redistribución del conocimiento, lo que implica sinergias interinstitucionales e intersectoriales. Cuando hablamos de compromiso, debemos pensar en cómo hablar con los demás; cómo avanzar un nuevo lenguaje político; cómo podemos intervenir en la opinión pública y en la transformación de mitologías. Se trata de elevar a las comunidades, lo que requiere un replanteamiento de los subsidios y los ingresos y el tipo de sistemas de apoyo que pueden provenir de las instituciones.

MB: ¿Cómo enfocáis vuestro trabajo en contextos informales que no son necesariamente situaciones fronterizas? En vuestra opinión, ¿qué lecciones, qué ejemplos, qué experiencias pueden ser útiles para estos espacios informales?

FF: Algo que nos ha quedado claro con el tiempo es que la frontera se reproduce de forma psicológica en toda la región, a ambos lados del muro, por lo que la frontera tiene ese efecto de irradiación y habita en nuestro interior de manera muy diferente. Para nosotros, esta región es una especie de microcosmos de lo que significa vivir en una frontera que está afectando a tantas dinámicas en nuestras propias vidas, pero también lo vemos reproducido de forma visible e invisible en ciudades de todo el mundo. Creo que por eso nuestro trabajo en esta frontera ha servido de inspiración a la gente que trabaja en condiciones de informalidad y a las comunidades que se enfrentan a la escasez en zonas del mundo que no están divididas por una frontera física, pero sí por todo tipo de fronteras económicas, raciales, étnicas y psicológicas.

TC: Y por ese motivo siempre hemos entendido que también es un microcosmos de todos los conflictos globales, que quizás se ve amplificado por el hecho de que California, uno de los estados más ricos, se encuentra a menos de 20 minutos de algunos de los asentamientos informales más pobres de Latinoamérica. Sostenemos que los arquitectos y urbanistas deben entender el conflicto como una herramienta creativa. Debemos visualizar lo que produce ese conflicto y entender las condiciones que lo producen, no solo aquí sino en cualquier lugar, como materiales para el diseño, como materiales para el compromiso. Esa es la razón por la que la informalidad se convierte en un dispositivo. La idea detrás del mapa del ecuador político era crear una cartografía de prácticas integradas en esos conflictos, no solo en los puestos de control de las regiones fronterizas como el nuestro, sino también en las integradas en la ciudad, creando fronteras urbanas en temas como la desigualdad y la urbanización.

Mapa del ecuador político. Imagen cortesía Estudio Teddy Cruz + Fonna Forman

Mapa del ecuador político. Imagen cortesía Estudio Teddy Cruz + Fonna Forman

MB: ¿Cómo abordáis la aparente contradicción que se establece al proponer infraestructuras permanentes en respuesta a condiciones temporales? En este sentido, no me refiero solo a la permanencia física sino también a la sensación de pertenencia a un lugar transitorio.

FF: Cuando hablamos de permanencia no estamos hablando necesariamente en términos espaciales. Estamos pensando en cómo pasar de una mentalidad transitoria en la que estas personas son entendidas como intrusos y un problema a una forma más inclusiva de pensar en cómo integrarlas en la ciudad a largo plazo. Para nosotros, esto se traduce en considerar el refugio convencional para migrantes no como una especie de lugar de retención transitoria, sino más bien como un espacio con programas y mecanismos para dar la bienvenida a la ciudad al migrante y a su familia.

TC: Esto es algo que hemos comentado a menudo con nuestros colaboradores en Tijuana porque no solo están defendiendo los derechos de los migrantes a migrar, sino que ahora, cuando no pueden ir a ninguna parte, hay que darles opciones y el derecho a quedarse, si así lo deciden. Y esto va más allá de la mera hospitalidad. Debemos transformar la ciudad y debemos transformarnos nosotros mismos con los migrantes y, sí, esto supondrá la completa reorganización de lo que la ciudad y la ciudadanía significan. La principal lección que hemos aprendido de nuestro compromiso en Tijuana es hablar de infraestructuras participativas, marcos físicos que apoyan la transición. Y esa transición no tiene por qué ser de lo efímero a lo permanente, sino de lo efímero a un sentido del devenir que puede ser imprevisible pero que, sin embargo, se invierte en esa transición.

Estudio de Maxwell Alexandre, 2017. Imagen archivo privado, cortesía de Maxwell Alexandre Studio para Brasil, la historia no contada

Estudio de Maxwell Alexandre, 2017. Imagen archivo privado, cortesía de Maxwell Alexandre Studio para Brasil, la historia no contada

MB: ¿Cómo veis el futuro de la situación en la región de San Diego-Tijuana? ¿Sois optimistas tras los recientes cambios en la Casa Blanca?

FF: Somos bastante más optimistas porque la narrativa que obtenemos de Washington y la forma en que se filtra a las instituciones es más positiva. Pero es un optimismo muy moderado porque decenas de miles de personas siguen esperando a los pies del muro un asilo que no llega. Y el cambio climático intensificará estos flujos migratorios en el futuro. Un reciente estudio de la ONU muestra que el 72% de los migrantes que llegan a nuestra frontera meridional provienen del sector agrícola y con una mayor frecuencia no pueden cultivar sus cosechas, lo que significa que las causas de la migración están cambiando. Ya no huyen solo de la violencia y la pobreza, también escapan de la inestabilidad agrícola de Centroamérica. Por otro lado, esta estadística sugiere que un porcentaje bastante grande de estos migrantes es mano de obra cualificada y muchos de ellos son personas con una gran formación. Así que, volviendo a la idea de construir una nueva narrativa, uno de los aspectos en los que estamos trabajando es cómo cambiar la percepción pública del papel del migrante y cómo el migrante puede llegar a convertirse en un recurso para la ciudad.

TC: En nuestro trabajo siempre hemos aspirado a presenciar el surgimiento de un nuevo liderazgo político de las regiones en conflicto que promueva la empatía como herramienta política. Pienso que quizás la nueva administración proponga que esto sea el marco operativo en cuanto a la restauración de los niveles de solidaridad y comprensión mutua, así como la inversión en zonas marginadas y la red de seguridad social, que también puede ser un agente de crecimiento económico. En nuestra investigación sobre la dinámica informal bottom-up hemos sido testigos del impacto positivo que los inmigrantes tienen en la transformación de barrios americanos y de los asentamientos informales en Tijuana, que es la forma de pasar de una planificación monocultural y homogénea a algo con una mayor complejidad social y económica. Todo esto debe ser mediado y traducido, pero apreciamos una especie de ADN integrado en estas situaciones que nos permite reimaginar la ciudad, no solo aquí sino en muchos otros lugares.

Imagen principal: San Diego-Tijuana y las condiciones de los refugiados locales. Imagen cortesía Estudio Teddy Cruz + Fonna Forman